Bienvenido ávido lector, te aventuras a entrar en un mundo que (me veo en la obligación de advertirte) puede sobrecogerte.
¨¡Bah, exageras!¨ pensarás y puede que no te falte razón, pero mi deber es transmitirte que estás a punto de cruzar el umbral de la cordura y la decencia para sumergirte en una dimensión en la que las reglas del juego que conoces no sirven.

Yo te acompañaré, si te decides a cruzar. Aunque no sé si eso debería tranquilizarte o alamarte más.
No correrás más peligro que el que tú decidas y no iremos más allá de lo que desees. Tu criterio será siempre el que marcará la frontera, pero has de ser cauto y no confiar ciegamente en él, pues puede que allá a donde te diriges se vea alterado sin saberlo.

Si te crees preparado has de saber que existe una norma para todo el que emprende ese viaje, es una regla clara y sencilla en su planteamiento, pero más difícil de cumplir de lo que parece: En cuanto pases de este punto has de ir con la mente abierta, no has de compartir nada de lo que veas salvo si es tu voluntad, como te he dicho tú decides, ni tan si quiera e pedimos que lo entiendas, sólo que lo respetes nada más.

¿Qué me dices? ¿Continuamos?

martes, 24 de marzo de 2009

Ímpetu desboradado

El pobre chico la miró como los niños de cinco años miran el árbol en ¨Noche Buena¨ justo antes de acostarse, con la ilusión de lo que pasará a la mañana siguiente. Contuvo la respiración al verla pasar y el sencillo acto de tragar saliva, se convirtió en todo un reto para su descontrolado cuerpo, que en ese momento no podía hacer más que reprimir, sin demasiado éxito, los temblores y sudores fríos que lo acechaban.

Trató de respirar con normalidad, y lo consiguió sólo en parte. Centro sus esfuerzos en no asustarla con su constante, perpetua, incesante, incansable mirada. Se fijaba en cualquier parte de su ser, pero sobre todo en un pequeño hueco que su hombro derecho formaba al encuentro con la base de su cuello.

En aquel momento hubiese dado su vida entera por una palabra de, la que para él era, la mayor expresión de la belleza que el ser humano era capaz de crear. Rezaba, cual predicador ante el altar (a pesar de su condición de ateo), por el valor suficiente para dirigirse a su musa, para ser quien de articular más de dos palabras con sentido a su presencia.

La tensión lejos de relajarse con el paso de la noche, aumentaba a medida que su Venus, charlaba con celestial desparpajo ante sus ojos, sorbía de su copa posando sus labios sobre ella como nadie lo había hecho antes, reía mostrando una nacarada dentadura que los buceadores del Mar Caribe habían recolectado perla por perla años atrás, movía sus vibrantes caderas al son de la lujuriosa música con un danzar que le recordaba al movimiento de su primer amor años atrás bailando el hoola-hoop frente a la puerta de su casa, apoyaba su mano sobre el hombro de su compañera de charla con una naturalidad tan pasmosa que la propia diosa de la elegancia se había encarnado en mujer sólo para reverenciarla.

Cuánto más la miraba, más se daba cuenta de que su cuerpo le animaba a temeridades que su cabeza no estaba dispuesta a permitir. A medida que se embriagaba de su magnificencia, el sonido del ambiente iba desapareciendo, incluso la gente de alrededor, la luz se volvía tenue y sólo quedaba un haz que iluminaba directamente a su encarnación del amor y poco a poco sin darse cuenta de que se estaba moviendo sus pies tomaron la iniciativa y con paso decidido emprendieron el único camino que existía para él en ese momento.

El paseo, que no debía abarcar más de tres metros, se hizo eterno. Cada paso suponía un esfuerzo sobrehumano de voluntad férrea y carácter recio. Cada inspiración traía consigo un sinfín de motivos de por qué todo eso era una locura, y cada espiración dejaba entrever un ¨qué le digo?¨ ¨le doy la mano?¨ ¨hago una reverencia¨……

A escasos 70 centímetros de la tan ansiada meta, ocurrió algo con lo que nuestro héroe (al menos así se sentía él) no había contado, quizás fuera fácil de suponer, pero él no lo había calculado. Justo en ese momento ella, su diosa, con el gesto más perfecto que jamás el ojo humano haya podido apreciar, giró levemente su cabeza sobre sus hombros con un ritmo suave y acompasado, pero con suficiente vigor para que su cabello caoba (que olía a selva tropical y cuyos rizos parecían tallados por un ebanista artesano) se le elevase lo suficiente para que todas y cada una de las puntas de su pelo, en algún momento de la rotación, señalaran hacia nuestro pobre muchacho. Culminó esta maravillosa mueca con una sonrisa amplia y apacible, pero cálida y sugerente, como si de una hoguera en pleno crepitar se tratase; franqueada por sus enormes ojos verdes cuya inmensidad superaba con creces la de cualquier bosque existente en el planeta.

Ante tan sublime despliegue el dubidativo muchacho se asustó cual cervatillo desprotegido, pero buscó en el fondo de su ser hasta el último resquicio de determinación y se aventuró a su destino, con la certeza que sólo un puñado de hombres en la historia habían tenido hasta ese momento. Tal fue su ímpetu que sus pasos se volvieron más livianos y su furia desbocada hizo desaparecer toda duda de su mente. Ya estaba ante su preciado sueño, sólo tenía que alargar la mano y cogerlo, y así lo hacía cuando de repente….

¿Qué había ocurrido? Algo no iba bien, la mueca perfecta de su Afrodita había cambiado súbitamente dejando claro que algo había cambiado, una sensación de desasosiego comenzó a invadirlo y una extraña reacción se hacía notar desde su mano derecha. Esta reacción fue mudando en dolor punzante y cuando decidió comprobar cuál era el problema, descubrió aterrorizado que el vaso que sostenía se había hecho añicos entre sus dedos y que el marrón oscuro de la Coca-cola se teñía poco a poco de un rojo sanguinolento que brotaba de los poros de su palma…

Súbitamente volvió a erguir su cabeza hacia su amada y mientras lo hacía fue consciente de la altísima gravedad de su error de niño impetuoso y nada más cruzar sus ojos con los luceros de ella se dio cuenta de que ahora sólo quedaba una solución y su reacción no se hizo esperar.
Como si de un guepardo se tratase se movió con gran velocidad y agilidad felina hacia una puerta roja que permitía la salida y entrada del local mientras su cerebro tocaba retirada.

Nunca más volvió a saber de su hermosa dama de cabellera caoba y ojos verdes, nunca más…

FIN

No se por qué, ni por qué no, sólo sé que me senté frente al ordenador y esto fue lo que salió, en fin....

2 comentarios:

  1. Hooombre, es verdad, ya lo había leido hace tiempo este blog, pero no me acordaba.

    Sólo tratamos de crear un poco más de confusión y dolor de cabeza a la gente,es algo por lo que nos deberían pagar xD

    Oye no veo el botoncito para ponerme tu blog como seguidor.

    Saudos.

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  2. Ya está,lo puse de otra forma,soy tu seguidor number 1! xD

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